En los tiempos del rey totonaca Teniztli tercero, una de sus esposas tuvo una hija que por su belleza fue llamada Tzacopontziza "Lucero del Alba", la cual fue consagrada al culto de Tonacayohua diosa de la siembra y los alimentos.
Esta se enamoro de un joven principe llamado Zkatan-oxga "Joven Venado", a pesar de que tal sacrilegio estaba penado con la muerte.
Relata la leyenda que un día cuando la joven salió del templo a buscar tortitas de maíz para ofrecer a la diosa, huyó con el joven príncipe hacia la montaña, donde se les apareció un monstruo que los envolvió en llamas obligándolos a retroceder.
A su regreso los sacerdotes los esperaban y sin explicación alguna fueron degollados y llevados al adoratorio, en donde tras sacarles el corazón y ponerlos en piedras voitivas del ara de la diosa, fueron arrojados a una barranca. En el lugar en que se les sacrificó, la hierba empezó a secarse como si la sangre de las dos víctimas, allí esparcida, tuviera un maléfico influjo.
Tiempo después empezó a brotar un arbusto elevándose a varios palmos del suelo y cubierto de espeso follaje.
Al alcanzar su desarrollo total, comenzó a crecer junto a su tallo, una orquídea trepadora sobre el tronco del arbusto. Una mañana, la planta se cubrió de flores y todo el sitio se bañó de exquisitos aromas.
Ante el asombro de los sacerdotes, no dudaron en creer que la sangre de los dos príncipes se había transformado en arbusto y orquídea. Su sorpresa fue mayor, cuando las hermosas flores se convirtieron en largos y delgados frutos que al madurar desprendían un dulce y suave perfume, como si el alma inocente de Lucero del Alba esenciara en él, las fragancias más exóticas.
Así la vainilla fue declarada planta sagrada y se elevó como ofrenda divina en los adoratorios totonacas tomando el nombre de caxixanath que significa "flor recóndita".
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