sábado, 10 de enero de 2009

La Laguna de la Niña Encantada


Existe en la provincia de Mendoza una laguna, que es como un engarce mágico en las alturas de las montañas. Fue en tiempos antiquísimos el cráter de un volcán, y como por encantamiento su comba dorada por el fuego se convirtió en una pequeña laguna que es prodigio de belleza. De ella se desprende como hilo de plata un pequeño arroyuelo que bajando de la cumbre va a unirse al Salado después de recorrer un largo trecho entre peñascos bravíos. Los indios la llamaban" Alhué pichitrequen lauquen" (pequeña laguna de Dios que se hiela).
Dice la leyenda que "Elchá Chiamal Cané" (que significa “Espejo” o “doncella de la túnica verde”) fue entregada como prenda de paz por su padre al ser derrotado contra el viejo cacique Calilué, quien la tomó por esposa.
La hermosa india aceptó el sacrificio por la ventura de su pueblo, y la concordia reinaba así entre las dos tribus enemigas.

Sucedió entonces que al morir otro cacique, amigo de Calilué le encargó, la custodia de su apuesto hijo, llamado Cantipán.
Elchá y Cantipán se enamoraron cuando el destino cruzó sus miradas desde el primer encuentro. Por lealtad hacia su padre adoptivo, el joven quiso huir de la mujer que ama, pero Elchá le hizo prometer que escaparían juntos.
La primera noche de luna nueva de la primavera, huyeron los enamorados. Cuando Calilué, descubrió la traición recurrió a su hermana, Ghulcán, quien vanamente había pretendido el amor de Cantipán. La despechada con el auxilio de la hechicera Quetrupillán, partió con el alba en persecución de los jóvenes. Guiada por la bruja llegó a la laguna, en una de cuyas grutas se habían refugiado Elchá y Cantipán.

Queriendo sorprenderlos, la perversa hermana de Calilué fue transformada en lechuza por hechizo de la bruja transportando además en sus garras un ramo mágico de lirios trenzados por Quetrupillán.
Junto a la orilla, los enamorados dando rienda suelta a su amor no percibieron la llegada de la lechuza que al acercase a ellos arrojó sus flores en el regazo de Elchá. Ésta, alborozada al ver las hermosas flores, las colocó sobre su pecho y corrió a contemplarse en las tersas aguas. Pero en cuanto lo hizo quedó transformada en piedra.


Lleno de asombro y horror, Cantipán trató de volverla a la vida besándola apasionadamente. Ante la inutilidad de sus esfuerzos y enloquecido de dolor se arrojó a la laguna.

Ghulcán recobrando la forma humana suplicó a la bruja que salvase al hermoso joven, de cuyo amor no podía desprenderse. Mas, como la bruja tardaba en encontrar el sortilegio necesario, se arroja a la laguna para tratar de rescatarlo.

Preparado el ungüento mágico, la bruja sacó los cadáveres y los devolvió a la vida. Cantipán corrió entonces a abrazar la petrificada figura de su amada.

Ghulcán, loca de celos, trataba de interponerse y acabó confesando su deslealtad a Calilué, y sollozando le pide perdón, y culpa de todas sus desgracias a la bruja Quetrupillán. Esta, al verse descubierta quiso huir; recogió el ramo de lirios y, sin desearlo, se contempló en el agua. Instantáneamente obró el sortilegio y desapareció en las aguas con las flores al cuello, convirtiéndose en una roca negra.

Cantipán, estupefacto, comprendió que en el ramo lirio estaba el encantamiento, y para recuperado y, volver a la vida a Elchá se arroja de nuevo a la laguna.

Ghulcán, ante el fracaso, sigue al que amó inútilmente hacia el desconocido fondo del cual nunca regresarán...

Dicen que en las noches de luna nueva aún se escucha la queja lastimera de los enamorados, mientras con sus ojuelos vivaces, una lechuza, donde se refugió el alma de Ghulcán, ronda, presa del encantamiento...
Y así corre entre los paisanos de la tierra de los huarpes esta tierna leyenda.
Hay quienes refieren que la laguna en noches silenciosas emite en el cascabeleo de sus aguas, un lamento suave y profundo. Son las voces de Elchá y Cantipán que aún esperan a alguien que los despierte del encantamiento.

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