jueves, 6 de agosto de 2009

Leyenda del castillo de Dunstanburgh



Cuenta la leyenda que en un horrible día de tormenta y asediado por los rayos, el caballero Sir Guy the Seeker buscó refugió, junto a su corcel, en las ruinas del castillo de Dunstanburgh (Northumberland,Inglaterra). Allí se le apareció un hechicero quien le instó a seguirle hasta un lugar donde sería recompensado con una mirada de luminosa belleza.
El caballero así lo hizo y tras descender por una tortuosa escalera espiral se detuvieron en un enorme salón. En la estancia encontró unos cien caballeros con sus respectivos corceles, todos ellos dormidos. Pero lo que atrajo la atención de Sir Guy fue una urna de cristal situada en el centro de la habitación, dentro de la cual yacía plácidamente dormida la más bella doncella que jamás había visto. Hay quien dice que la urna estaba custodiada por dos enormes serpientes, otros cuentan que el guardian de la doncella era una siniestra gárgola.
El hechicero mostró al caballero una espada y un cuerno, explicándole que sólo la elección correcta de uno de los dos objetos podría salvar a la dama. Tras meditarlo brevemente Sir Guy optó por el cuerno que rápidamente hizo sonar. Al instante los cien caballeros despertaron avalanzándose sobre él. Ante el suceso, y mientras oía una voz que constantemente le repetía que se había equivocado en la elección, el caballero desfalleció. Cuando recobró la consciencia estaba tumbado a los pies de la entrada del castillo.
Desde aquel instante decidió buscar a la doncella y no parar hasta encontrarla y poder salvarla. Pero por más que buscó y buscó no la halló, y así pasaron los años, falleciendo finalmente sólo y desolado.
Se dice que en los días de tormenta, cuando los truenos suenan, las olas rompen bruscamente sobre las piedras del castillo y el viento aulla con fuerza, el fantasma de Sir Guy vaga por los austeros pasadizos y la tortuosa escalera espiral del castillo en ruinas en busca de la bella dama que no pudo salvar. Dicen que en esos días se puede oir su angustioso grito llamando a la bella milady.

sábado, 1 de agosto de 2009

Leyenda del Maquech

Esta es la leyenda de una bella princesa que tenía los cabellos como las alas de las golondrinas; por eso se llamaba Cuzán, que es el nombre maya de ese ave. Las historias de la belleza de Cuzán se contaban en todo el reino, más allá de los muros de la ciudad sagrada de Yaxchilán.

Cuzán era la hija preferida de Ahnú Dtundtunxcaán, el Gran Señor que se sumerge en el cielo. Era alegre y feliz, y su rostro brillaba como el sol cuando su padre ponía a sus pies lo más bello de sus tesoros de guerra.

Cuando Cuzán tuvo edad para el matrimonio, su padre concertó la unión con el hijo del Halach Uinic de la gran ciudad de Nan Chan; el príncipe Ek Chapat, el futuro Señor del Reino. Cuzán aceptó la elección de su padre.

Un día, al regresar de la guerra, el rey envió los tesoros del botín a Cuzán. Cuando la princesa fue a la sala del Gran Palacio para agradecerle a su padre el rico presente, lo halló acompañado de un hermoso joven llamado Chalpol, Cabeza roja, porque su cabello era de color encendido.

Sus almas quedaron atrapadas en un lazo de fuego. El corazón desbocado de la princesa sólo hallaba sosiego en el nombre de Chalpol. Juraron no olvidarse nunca y se amaron con locura bajo la ceiba sagrada, donde los dioses escuchan las plegarias de los mortales.

Todos en la ciudad sabían que Cuzán estaba prometida al príncipe Ek Chapat de la ciudad de Nan Chan; por eso cuando el rey supo que Chalpol era el amante de su hija, ordenó que fuera sacrificado. Cuzán le suplicó que le perdonara la vida, pero todo fue en vano.

El día señalado Chalpol fue pintado de azul para la ceremonia del sacrificio. Hasta el atrio del templo llegaba el aroma del copal que se quemaba para expulsar los espíritus.

Con los ojos llenos de lágrimas, Cuzán volvió a pedir a su padre que no lo sacrificara, prometiendo que jamás lo volvería a ver y que aceptaría con obediencia ser la esposa del príncipe de Nan Chan.

Después de consultar con los sacerdotes, el Halach Uinic le perdonó la vida, bajo la única condición de que su hija se encerrara en sus habitaciones. Si salía, Chalpol sería sacrificado. En la soledad de su alcoba, la princesa entró en la senda del misterio.

En el silencio de la noche, fue llamada a presentarse ante el Halach Uinic. Cuando llegó a los patios del templo sus ojos buscaron los de su amado. Tembló al pensar que lo hubieran sacrificado.

Le preguntó a su padre, quien sólo sonrió. Un hechicero se le acercó ofrecieéndole un escarabajo y le dijo:
“Cuzán, aquí tienes a tu amado Chalpol. Tu padre le concedió la vida, pero me pidió que lo convirtiera en un insecto por haber tenido la osadía de amarte”.
La princesa Cuzán lo tomó y le dijo: “Juré nunca separarme de ti y cumpliré mi juramento”.

El mejor joyero del reino lo cubrió de piedras preciosas y le sujetó una de sus patitas con una cadenita de oro.
Ella lo prendió a su pecho y le dijo: “Maquech, eres un hombre, escucha el latido de mi corazón, en él vivirás por siempre. He jurado a los dioses no olvidarte nunca”. Maquech, los dioses no han conocido nunca un amor tan intenso y tan vivo como este que consume mi alma”.

La princesa Cuzan y su amado Chalpol, convertido en Maquech, se amaron por encima de las leyes del tiempo, con un amor colmado de eternidad.

(Leyenda del Yucatán)

Maquech: grandes escarabajos que pasan la mayor parte de su vida como larvas, su transformación en adultos marca el fin de su existencia. Una vez desarrollados, dejan de comer, respirar, y mueren. Los yucatecos lo decoran con piedras brillantes y les colocan una pequeña cadena de oro para poder prenderse en la ropa, las indias lo usan como amuleto. Dicen que el maquech se alimenta de aire y que puede vivir cien años.

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