miércoles, 17 de marzo de 2010

Kondole

Al principio del principio, sólo Kondole poseía el fuego y no quería compartirlo con nadie.

Los hombres le suplicaron durante mucho tiempo, pues el fuego les era necesario para vivir, más nada convencía al gigantesco Kondole que gozaba de la protección de los dioses y no temía a los insignificantes humanos.

Encolerizados por el egoísmo del gigante, urdieron toda clase de estratagemas para sorprenderle y arrebatarle lo que tanto deseaban pero el tiempo pasaba y todas sus acciones habían fracasado. Aún quisieron intentar una última cosa. Mandaron un mensajero a Kondole invitándole a una gran fiesta en honor de sus divinidades y dado que pensaban celebrarla por la noche, le rogaban que trajera un poco de su fuego para iluminarse.

Kondole aceptó, pero cuando llegó el día señalado, escondió el fuego en una gruta de la montaña y llegó a la fiesta sin él.

Locos de furia, los hombres atacaron al gigante pero era tal la fortaleza de éste que ningún golpe parecía alcanzarle. Finalmente, una lanza acertó a dar en el centro de la cabeza de Kondole y le abrió una enorme herida que le hizo gritar de dolor. Unos pocos pasos vacilantes lo acercaron peligrosamente al borde del profundo acantilado y cayó al vacío. Abajo, el mar rugía y se estrellaba contra las puntiagudas rocas. Kondole supo que iba a morir y suplicó ayuda a los dioses.

Al instante, todos los hombres se convirtieron en animales. Allí aparecieron los canguros, los lagartos y muchas clases de criaturas terrestres. Otros, convertidos en pájaros poblaron el aire y otros llenaron el mar de peces. Kondole, el más grande de todos los que habían sido humanos, se convirtió en una gran ballena que lanzaba constantemente chorros de agua por la herida de su cabeza.

Hay quien dice que lo que pretende es apagar el fuego que dejó escondido en la montaña pero quizá no sea cierto y solo intente limpiar su herida.

martes, 16 de marzo de 2010

Gnowee

Gnowee, llegó a la Tierra cuando todo era oscuridad.

Trajo con ella a su hijo y a muchos otros familiares y amigos, y trajo también el fuego, que debía ayudarles a soportar el frío y las tinieblas.

Sin luz, la vida era muy difícil de sobrellevar. Muchos de los llegados con Gnowee, enfermaron y murieron pronto. Los que no estaban enfermos, encendían antorchas y salían en busca de alimentos que apenas les llegaban para subsistir.

Un día, mientras Gnowee estaba en los campos recogiendo frutos y raíces, su hijo salió de la gruta en que se refugiaban y se perdió en la noche inacabable.

Al saberlo Gnowee, loca de dolor, encendió una gran antorcha y corrió toda la tierra conocida sin lograr encontrar a su pequeño.

Quería iluminarlo todo, quería ver cada rincón, quería ver detrás de los árboles, quería ver los recodos de los caminos y quería ver entre la maleza de los campos.

Tanto y tanto deseaba la luz, que en un supremo esfuerzo, se elevó por los aires y el fuego de su antorcha pudo al fin iluminar la Tierra .

Pero Gnowee aún no ha encontrado a su hijo. Por eso cada mañana, sube al cielo con su gran antorcha encendida en las manos y sigue buscando.

Sólo cuando la vence el sueño, desciende a la tierra para descansar y entonces vuelve otra vez la oscuridad.

(Anónimo)

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